La muerte del papa Francisco, ocurrida este lunes, se dio poco después del éxito de la película Cónclave, que desde la ficción plantea las internas palaciegas para elegir al jefe de la Iglesia Católica. En la realidad, se trata de un rito bimilenario, en el que varias decenas de hombres eligen al líder espiritual de, en este momento, 1200 millones de fieles.
El próximo cónclave estará marcado por la fuerte influencia del Papa Francisco, ya que 108 de los 135 cardenales electores (80%) fueron nombrados por él. Esto asegura que su legado reformista tendrá un peso decisivo en la elección del nuevo Pontífice. Los otros 27 electores, designados por Benedicto XVI y Juan Pablo II, representan una minoría con menos margen de maniobra.
Con una mayoría abrumadora de cardenales afines, es probable que el sucesor mantenga la línea de Francisco. Lo claro es que el Papa ha moldeado este cónclave como ningún otro en la historia reciente.

Para poder ser Papa, primero hay que ser cardenal. Es la máxima dignidad dentro de la Iglesia. Los nombra el Papa. Cualquier sacerdote, por el hecho de serlo, puede ser nombrado cardenal, aunque por lo general priman las jerarquías en el escalafón. El Papa llama a un consistorio en el que se formaliza la llegada al cardenalato de quienes son, en el 99 por ciento de esas convocatorias, obispos.
El tema de la edad no es menor. Cuando muere un papa y se convoca al cónclave, entran a la Capilla Sixtina todos los cardenales, pero el derecho a votar está limitado a los menores de 80 años. Además, el elegido debe reunir las dos terceras partes de los votos. La puerta de la Capilla se cierra con llave para las deliberaciones. Y de esa expresión, “con llave”, deriva la palabra cónclave.
Para poder ser Papa, primero hay que ser cardenal. Es la máxima dignidad dentro de la Iglesia. Los nombra el Papa. Cualquier sacerdote, por el hecho de serlo, puede ser nombrado cardenal, aunque por lo general priman las jerarquías en el escalafón. El Papa llama a un consistorio en el que se formaliza la llegada al cardenalato de quienes son, en el 99 por ciento de esas convocatorias, obispos.
El tema de la edad no es menor. Cuando muere un papa y se convoca al cónclave, entran a la Capilla Sixtina todos los cardenales, pero el derecho a votar está limitado a los menores de 80 años. Además, el elegido debe reunir las dos terceras partes de los votos. La puerta de la Capilla se cierra con llave para las deliberaciones. Y de esa expresión, “con llave”, deriva la palabra cónclave.
El cónclave se inicia tras el luto oficial por la muerte del Papa, período en el cual un cardenal gobierna el Vaticano hasta que se elige al nuevo pontífice. Se lo denomina camarlengo. Este convoca a los cardenales, motivo que originó la frase “todos los caminos conducen a Roma”.
Suele haber dos votaciones por la mañana y dos por la tarde hasta que se elige al Papa. La manera de informar a los fieles del desarrollo del cónclave es la siguiente: una vez contadas las papeletas en las que se anotaron los nombre votados, se procede a quemarlas. Si esa votación no tiene un vencedor por los dos tercios, químicos mediante, el humo que se ve desde la chimenea de la Capilla Sixtina es negro. Si hay papa, el humo es blanco.
Las votaciones son secretas y no hay registros oficiales respecto de quiénes sacaron votos. Jorge Bergoglio fue señalado como el segundo más votado detrás de Joseph Ratzinger en el cónclave de 2005.
El Papa electo elige el nombre con el que será identificado y se convierte, automáticamente, en obispo de Roma. El decano del Colegio de Cardenales anuncia en latín el nombre del nuevo pontífice, con las palabras “Habemus Papam!” (“¡Tenemos Papa!”). Acto seguido, el flamante líder espiritual de los católicos saluda desde el balcón de la Basílica de San Pedro e imparte la bendición “urbi et orbi”.